7 de septiembre de 2007

La Odisea

Entretanto la sólida nave en su curso ligero se enfrentó a las Sirenas: un soplo feliz la impelía mas de pronto cesó aquella brisa, una calma profunda se sintió alrededor: algún dios alisaba las olas. Levantáronse entonces mis hombres, plegaron la vela, la dejaron caer al fondo del barco y, sentándose al remo, blanqueaban de espumas el mar con las palas pulidas. Yo entretanto cogí el bronce agudo, corté un pan de cera y, partiéndolo en trozos pequeños, los fui pellizcando con mi mano robusta: ablandáronse pronto, que eran poderosos mis dedos y el fuego del sol de lo alto. Uno a uno a mis hombres con ellos tapé los oídos y, a su vez, me ataron de piernas y manos en el mástil, derecho, con fuertes maromas y, luego, a azotar con los remos volvieron al mar espumante. Ya distaba la costa no más que el alcance de un grito y la nave crucera volaba, mas bien percibieron las Sirenas su paso y alzaron su canto sonoro: "Llega acá, de los dánaos honor, gloriosísimo Ulises, de tu marcha refrena el ardor para oír nuestro canto, porque nadie en su negro bajel pasa aquí sin que atienda a esta voz que en dulzores de miel de los labios nos fluye. Quien la escucha contento se va conociendo mil cosas: los trabajos sabemos que allá por la Tróade y sus campos de los dioses impuso el poder a troyanos y argivos y aún aquello que ocurre doquier en la tierra fecunda". Tal decían exhalando dulcísima voz y en mi pecho yo anhelaba escucharlas. Frunciendo mis cejas mandaba a mis hombres soltar mi atadura; bogaban doblados contra el remo y en pie Perimedes y Euríloco, echando sobre mí nuevas cuerdas, forzaban cruelmente sus nudos. Cuando al fin las dejamos atrás y no más se escuchaba voz alguna o canción de Sirenas, mis fieles amigos se sacaron la cera que yo en sus oídos había colocado al venir y libráronme a mí de mis lazos. " ...................................................................

Las andanzas y aventuras de Odiseo, vividas en el lapso de diez años que duró su regreso al hogar tras una activa participación en la guerra de Troya, conforman la apretada trama, casi novelesca, de uno de los grandes monumentos de nuestro patrimonio intelectual. Probablemente compuesta a fines del siglo VIII a. C., la Odisea nos adentra en un mundo real, el Mediterráneo antiguo, pero repleto de peligros y poblado por seres fabulosos: magas, ninfas, gigantes, monstruos... Los avatares marinos del héroe en esta segunda gran epopeya griega advierte Carlos García Gual en la introducción que abre el

volumen alejan a Odiseo (Ulises desde los romanos) de los escenarios de la épica, para situarlo en un ámbito fantástico, más próximo al mundo maravilloso de los cuentos de misterio. Y ellos se encargan de poner a prueba la astucia y la audacia del protagonista, retratado con sutileza en sus matices, al tiempo que configuran los jalones de un viaje que es paradigma de crecimiento personal. Presentada para la presente edición en la ya también clásica versión rítmica de José Manuel Pabón, esta obra imprescindible conserva a través de los siglos toda su frescura y modernidad.

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